miércoles, 29 de julio de 2015

REFLEXIÓN EN TORNO AL SALMO 132



REFLEXIÓN COMUNITARIA EN TORNO AL SALMO 132

SALMO 132

Ved qué dulzura, qué delicia,
convivir los hermanos unidos.

Es ungüento precioso en la cabeza,
que va bajando por la barba,
que baja por la barba de Aarón,
hasta la franja de su ornamento.

Es rocío del Hermón, que va bajando
sobre el monte Sión.
Porque allí manda el Señor la bendición:
la vida para siempre.


El retiro puede comenzar en la capilla y lo podemos hacer con el Santísimo expuesto. En este caso se busca un canto apropiado para la Exposición. El tema central de retiro será la llamada a vivir la santidad, desde la vida comunitaria, elemento esencial de nuestro carisma agustino recoleto.

1. INTRODUCCIÓN AL RETIRO.

            La liturgia, siempre maestra y siempre sabia, acompaña los pasos de la historia y los orienta para vivir la presencia de Jesucristo a través  de los grandes misterios de su vida. El mes de noviembre, enmarcado en el final del año litúrgico con la solemnidad de Cristo  Rey, y otras fiestas como la de todos los santos, nos invita a pensar en el final de los tiempos y sobre todo en la llamada a la santidad de todo cristiano.

            Desde esta llamada a la santidad, exigencia del sacramento del Bautismo, queremos orientar el retiro del mes de noviembre. Como comunidad agustino recoleta que se congrega en el nombre de Cristo, la invitación a la santidad pasa necesariamente por la vida de comunidad.

            La vida comunitaria es un rasgo esencial del monacato agustiniano. El comentario al salmo 132 es una de estas obras en que se proyecta el pensamiento comunitario y lógicamente monástico de san Agustín. Como introducción podemos señalar el significado que le da san Agustín a cada uno de las alegorías que aparecen en el salmo:

El ungüento es el Espíritu Santo; la cabeza es Cristo; la barba son los apóstoles, la primera comunidad de Jerusalén, los perfectos (monjes); Aarón, Cristo sacerdote; remate del vestido, perfección; remate del cuello, los que cumplen la ley de Cristo por la concordia fraterna; traje sacerdotal, Iglesia; rocío del Hermón, gracia de Dios; Hermón, Cristo; Montes de Sión, apóstoles.


2. DOCUMENTO PRIMERO

Reflexión sobre el salmo. “Deleitosa comunión la de los santos”

            “¡Ved, qué dulzura, qué delicia, convivir los hermanos unidos!”. La comunidad, los hermanos, son “la voz”, son la “trompeta”       que suena por toda la tierra, “el clamor de Dios”, el “grito del Espíritu Santo” el “pregón profético que convoca a todos lo que anhelan vivir en comunidad”.[1]
            Dice san Agustín: “Este salmo es muy breve, pero muy nombrado y conocido. ¡Ved cuán bueno y deleitoso es habitar unidos los hermanos! Es tan agradable este sonido, que aun los que ignoran el salterio cantan este verso. Es tan dulce cuanto lo es la caridad, que hace habitar en unión a los hermanos. Esto, hermanos: ¡Cuán bueno y deleitable es habitar los hermanos en unión!, no necesita interpretación o explicación; pero lo que sigue encierra algo que debe aclararse a los que llaman[2].

            Indudablemente, nuestra vida consagrada agustino recoleta, es una verdadera expresión del amor de Dios. Vivimos en comunidad para hacer realidad el verdadero significado de Cristo y de su Iglesia, pues la unidad de corazones es la expresión del amor manifestado en Jesucristo.

            Lo vendieron cuanto poseían y colocaron el precio de sus bienes a los pies de los apóstoles, según se lee en los hechos Apostólicos: y se distribuía a cada uno conforme cada uno lo necesitaba, y nadie tenía propiedad, sino que todas las cosas les eran comunes. ¿Qué significa en uno, o en unión, o unidos? Que tenían una sola alma y un solo corazón en Dios. Luego ellos fueron los primeros que lo oyeron. Pero no sólo lo oyeron ellos, no sólo llegó hasta ellos esta bendición y unidad de los hermanos, sino que éste regocijo de caridad y ofrecimiento a Dios llegó a los posteriores[3].

            La expresión del amor de Dios, compartido en comunidad de hermanos, tal y como se manifiesta en nuestro carisma. “Si la vida espiritual debe ocupar el primer lugar en el programa de las familias de la vida consagrada[4] deberá ser ante todo una espiritualidad de comunión y comunitaria, como corresponde al momento presente: “Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la  comunión: éste es el gran desafío que tenemos ante nosotros en este nuevo milenio, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a las profundas esperanzas del mundo[5].

            En este camino de toda la Iglesia se espera la decisiva contribución de la vida consagrada, por su específica vocación a la vida de comunión en el amor. “Se pide a las personas consagradas –se lee en Vita Consecrata- que sean verdaderamente expertas en comunión, y que vivan la respectiva espiritualidad como testigos y artífices de aquel proyecto de comunión que constituye la cima de la historia del hombre según Dios[6].

            La dimensión comunitaria es esencial a nuestro carisma agustino recoleto. Nuestro ideal es tener “una sola alma y un solo corazón dirigidos hacia Dios[7]. Si vivimos un proyecto común y ponemos los medios que conducen a este ideal, aún con nuestras limitaciones y deficiencias, nuestras comunidades se pueden presentar como casas y escuelas de comunión. La comunidad entendida como “lugar teologal” donde se busca a Dios.

            La búsqueda de Dios en comunidad es de una gran actualidad en estos tiempos de individualismos y personalismos. Se busca a Dios desde la gratuidad, desde el compartir cada día las experiencias de oración, trabajo, problemas, alegrías, inquietudes. Esta búsqueda de Dios en comunidad es una tarea activa, que exige donarse a los hermanos los unos a los otros, para buscar a Dios.

            Es tan rica nuestra espiritualidad y sobre todo la doctrina agustiniana sobre la comunidad, que no se agota nunca en las experiencias ya vividas. Se nos abre el horizonte en cada momento para continuar proclamando que nuestra vida, “es el ungüento precioso que baja por la barba”. Ese ungüento del que hablamos es el Espíritu Santo que habita en aquellos que han sido llamados para vivir el gran ideal monástico.

            Es también el “rocío del Hermón que va bajando”. Ambas alegorías: “ungüento” y “rocío”, son manifestaciones de que la vida fluye por doquier en cada comunidad agustino recoleta. “Allí manda el Señor la bendición”. Su gracia, su entrega, su fidelidad, se manifiestan en quienes, dejándolo todo, siguen a Cristo en comunidad de hermanos.

Finalmente, esta vida de la comunidad agustino recoleta, es llamada para la santidad, y expresión de la santidad misma. Dios no se agota en cada creyente, sino que se hace presente en quienes buscan la Verdad, y el grupo de los “buscadores” es plural, inmenso, extenso. Así pues, la comunidad agustino recoleta es expresión del amor de Dios, expresión de la santidad de Cristo y de su Iglesia. Es una llamada constante a la santidad, desde la aceptación, la fidelidad, la entrega amorosa de los unos a los otros y a Dios mismo. 

Oración recitada por todos.

Señor, Dios nuestro,
Bendito tu nombre por siempre,
Tu fidelidad es grande, y alabarte es un verdadero gozo.
Contempla nuestra unión de corazones en ti,
Nuestra historia personal, nuestras pobrezas.
Queremos vivir sólo para ti,
Buscarte, encontrarte, amarte siempre.
La comunidad es el camino que has trazado,
Para que vivamos siempre en ti, y para ti.
Es el camino del amor, de la alegría, del buen compartir,
Es también el camino de la aceptación, de la paciencia,
El camino de la superación.
Aquí nos tienes, Señor,
En torno a tu presencia, unidos en ti.
Danos tu Espíritu Santo para ser siempre
Fieles a ti, consecuentes a tu llamada.
Haznos, Señor, una sola alma y  un solo corazón en ti.
Amén.

* Canto a elegir.




Preguntas para la reflexión personal.

1.                            ¿Valoras más la vida de tu comunidad desde los aspectos más teológicos o simplemente desde el ámbito de las relaciones humanas?
2.                            ¿Qué importancia tiene para ti el sentido de la búsqueda de Dios en comunidad de hermanos?
3.                            ¿Cuáles serían los valores a destacar dentro de la vida de comunidad que nos ayudan a crecer en santidad?



DOCUMENTO SEGUNDO.

LA COMUNIDAD, CAMINO DE SANTIDAD EN LAS CONSTITUCIONES

            El “amor castus”, negocio exclusivo del hombre con su Creador,  y relación íntima de la persona con Dios, no convierte al religioso en un solitario, sino que tiene fuerza de unión y es de por si comunitario. Cristo, Verdad y Bien encarnados congrega a los dispersos y los hace ser humanos por la comunión de la caridad. Dios se revela especialmente en el ejercicio del amor fraterno; así lo describe san Agustín: “el es quien habita en los suyos y éstos son su habitación. Porque los que viven en la casa de Dios son ellos también la casa de Dios[8]. 
            No hace mucha falta recordar que este matiz fraternal es una de las notas más característica del carisma agustino recoleto, que tanto han destacado muchas generaciones de religiosos, y por el testimonio de muchos fieles que así nos han visto y así han lo han afirmado.
           
            San Agustín nos insiste que recemos para poder llevar a la práctica aquel ideal que san Lucas refleja en los Hechos de los Apóstoles y que era la característica se la primitiva comunidad de Jerusalén. Nuestras Constituciones colocan dicha cita como punto de referencia para poder ser imitadores de tan gran realidad.
           
            La Lumen Gentium del Concilio Vaticano II nos dice que “la Iglesia es misterio de comunión y sacramento de unidad[9]. En la comunidad agustino recoleta, todos somos hermanos, que tienen un sólo corazón y un sólo alma, que todo los comparten y tiene en común lo espiritual y lo material, podríamos decir.

            Nuestras Constituciones nos hablan de la  gran posesión común que es Dios; incluso que el alma de cada religioso es también posesión común. De aquí se deducen conclusiones importantísimas. La vida de cada hermano en la comunidad ha de ser vigilada y cuidada por todos. Si un hermano ofende a Dios, la comunidad es la que se siente también pecadora; si un hermano vive una entrega plena al Señor, la comunidad se alegra y recibe los frutos de esa santidad de vida. Tal  es la profundidad de todo esto, que es necesario meditarlo casi a diario para no perder el verdadero sentido de nuestra comunidad. De ahí que la corrección fraterna, practicada y acogida con humildad, ha de ser un instrumento que nos ayude a todos a crecer en santidad y en amor hacia los demás.

            La comunidad trata de expresar esa unidad de la Iglesia. “Se pide a las personas consagradas, que sean verdaderamente expertas en comunión y que vivan la respectiva espiritualidad como testigos y artífices de aquel proyecto de comunión que constituye la cima de la historia de hombre según Dios”[10].     
            Según Juan Pablo II, la “espiritualidad de comunión significa ante todo una mirada del corazón hacia el misterio de la Trinidad que habita en nosotros, y cuya luz ha de ser reconocida también en el rostro de los hermanos que están a nuestro lado, y además, espiritualidad de comunión significa capacidad de sentir al hermano de fe en la unidad profunda del Cuerpo místico y, por tanto, uno que me pertenece. De este principio derivan con lógica apremiante algunas consecuencias en el modo de sentir y de obrar: compartir las alegrías y los sufrimientos de los hermanos; intuir sus deseos y atender a sus necesidades; ofrecerles una verdadera y profunda amistad. Espiritualidad de la comunión es también capacidad de ver ante todo lo que hay de positivo en el otro, para acogerlo y valorarlo como regalo de Dios; e saber dar espacio al hermano llevando mutuamente los unos las cargas de los otros”[11].           
            Esta realidad eclesial, que como vemos destacan nuestras constituciones, tiene que constituirse en verdadero ejercicio de fidelidad a nuestro carisma recoleto. “En estos años las comunidades y los diversos tipos de fraternidades de los consagrados se entiende más como lugar de comunión, donde las relaciones aparecemos formales y donde se facilita la acogida y la mutua comprensión. Se descubre el valor divino   y humano de estar juntos gratuitamente, como discípulos y discípulas en torno a Cristo Maestro, en amistad, compartiendo también los momentos de distensión y de esparcimiento[12].

            Hoy día no podemos renunciar al fenómeno de la interculturalidad. Nuestras comunidades, cada vez son menos “uniformadas” en cuanto a la edad y a la procedencia de las personas. Algunas congregaciones han preferido todavía uniformarlas, para evitar posibles enfrentamientos, constituyendo comunidades con hermanos o hermanas de una edad más o menos semejante, o pertenecientes a una misma nación. Sin embargo, no sería agustiniano el que nosotros asumiéramos dichas realidades. El sentido eclesial que mana de nuestras Constituciones nos anima a emprender nuevos retos. “Las comunidades multiculturales e internaciones, llamadas a dar testimonio del sentido de la comunión entre los pueblos, las razas, las culturas, en muchas partes son ya una realidad positiva, donde se experimentan conocimiento mutuo, respeto, estima, enriquecimiento[13].

            En esta línea del misterio de la comunión,  la comunidad religiosa es manifestación palpable de la comunión que funda la Iglesia, y al mismo tiempo, profecía de la unidad a la que tiende como a su meta última[14].
           
            El Documento Congregavit nos in unum, llama a los religiosos “expertos en comunión”. Si esto es común a todos los religiosos, los agustinos recoletos nos tendríamos que llamar no sólo expertos en comunión, sino también maestros.
           
            Las Constituciones destacan como valor fundamental de testimonio agustino recoleto el que los hermanos son una sola alma y un solo corazón dirigidos hacia Dios. Este es el testimonio que ha de darse, como una fidelidad esencial al carisma recoleto. Si en esto no nos ejercitamos, estaremos atentando gravemente con nuestro carisma.
           
            A veces resulta penoso como no somos capaces de valorar esta gran riqueza que tenemos a nuestro lado que son los hermanos de comunidad. Cierto que la vida de comunidad en infinidad de ocasiones es una prueba para ejercitar la humildad y la caridad. De ello nos hablan también las Constituciones. Pero nunca podremos dejar de defender al hermano que comparte con nosotros un ideal de vida.
           
            A veces también se prefieren a otras personas que no forman parte de la comunidad, familias, amigos... En ocasiones se sitúan en un plano muy por encima del plano comunitario. Incluso llegamos a compartir experiencias humanas y espirituales de una manera mucho más profunda que en la  comunidad misma. Si esto sólo lo hacemos con la gente seglar que nos acompaña, nos indica que algo muy serio esta pasando en la comunidad, entre los hermanos, en la vida misma.
           
            Muchas veces, como ejecutivos cansados de una jornada laborar, nos sentamos en nuestras confortables salas de recreo, para buscar ansiosamente noticias, programas de televisión, deportes... Y no es que esté mal, lo será cuando  día tras día, año tras año, no nos vamos dando cuenta de lo que significa la vida de comunidad. “Ordena lo externo, fiel trasunto de lo interior, al servicio del Espíritu de Cristo, que la vivifica para su cuerpo[15].

            La comunidad agustino recoleta ha de manifestar una realidad de paz y de concordia. Este es el buen olor de Cristo que brota en el corazón de cada comunidad. Nos dice Vita Consecrata, que “todos los religiosos, queriendo poner en práctica la condición evangélica de discípulos, se comprometen a vivir el mandamiento nuevo del Señor, amándose unos a otros como El nos ha amado. El amor llevó a Cristo a la entrega de sí mismo hasta el sacrificio supremo de la Cruz. De modo parecido entre sus discípulos no hay unidad verdadera sin este amor recíproco incondicional, que exige disponibilidad para el servicio sin reservas, prontitud para acoger al otro tal como es, sin juzgarlo, capacidad de perdonar hasta setenta veces siete[16].
            Así mismo, se nos insiste a ponerlo todo en común, incluso las tareas apostólicas. Como agustinos recoletos, desde la comunidad, tenemos que compartir nuestro trabajo apostólico. Qué testimonio damos de unidad a la Iglesia cuando trabajamos en una misma dirección. Cuando existe ayuda y colaboración entre unos y otros. Esto siempre ha sido una característica esencial entre los frailes recoletos, pero hay que tener cuidado, puesto que existe cada vez, y con más fuerza, la tentación del individualismo. La comunidad  tiene que hacer frente a dicha tentación creando espacios cada vez más sinceros, donde se abran nuevos horizontes en el compartir, desde Cristo, todos juntos una tarea.

            Este es el camino que nos señalan las Constituciones: los hermanos se aman, se honran recíprocamente, se entregan y sirven, se soportan y perdonan, se corrigen, se ayudan y tratan con delicadeza. Conviven en amistad, dialogan en clima de confianza, socorren a los enfermos, consuelan a los desanimados, se complementan y alegran con los triunfos del otro. Esta paz y concordia entre los religiosos son señal cierta de que el Espíritu Santo vive en ellos, y de tal comunidad fluye por doquier el buen olor de Cristo, por lo que debemos atender a este propósito.

            En estos tiempos de crisis vocacional, tal vez estemos necesitando presentar unas comunidades donde se vivía mejor todo esto que dicen nuestras constituciones. Qué buen reclamo vocacional sería el ofrecer comunidades de hermanos, que desde su sencillez, desde su pobreza, intensan amarse cada día desde Cristo.

            Es muy importante este dato, sólo desde Cristo se pueden amar los hermanos. La amistad, a la cual no exhorta san Agustín en la Regla, no es una amistad carnal sino espiritual. En la vida de comunidad hemos de ejercitarnos continuamente en esa autotrascendencia para poder valorar y aceptar al hermano desde Dios. Este sería un gran reclamo para todos aquellos que quieran vivir nuestra vida.

            Las Constituciones recogen este santo propósito de la comunidad, como un regalo del Espíritu, como un don. No es una imposición, es un don muy preciado que nos ofrece a todos los agustinos recoletos.

            Hay un elemento que en las Constituciones puede echarse de menos en la presentación del carácter comunitario: la Eucaristía. Esta se presenta en una línea agustiniana en los nn. 64, 67 y 151, hablando de la comunidad. Pero san Agustín dice algo más, él pone en relación directa el ser de la comunidad con la Eucaristía, y precisamente a través del término casa del salmo 67.

            “Discutían entre sí los judíos, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Altercaban, es verdad, entre sí, porque no comprendían el pan de la concordia, y es más, no querían comerlo; pues los que comen este pan no discuten entre sí: somos muchos un mismo pan y un mismo cuerpo. Por este pan hace Dios vivir en su casa de una misma manera”[17].




Oración recitada por todos:

Ven, Señor sobre cada uno de nosotros,
Ven sobre nuestras vidas deseosas de entregarse a ti,
Ven sobre cada uno de nuestros hermanos,
Ven sobre los que más necesitan de ti,
Ven sobre los enfermos y débiles,
Ven sobre los que tambalean en su fe,
Ven sobre quienes más responsabilidad tienen,
Ven sobre quienes no descansas por estar junto a tu sagrario,
Ven sobre aquellos que viven pobres, con la única riqueza necesaria,
Ven sobre quienes están siempre disponibles,
Ven sobre los que trabajan en la vanguardia de la acción misionera,
Ven sobre los que muchas veces están solos en la misión,
Ven sobre aquellos que acompañan muchas almas,
Ven sobre nuestro educadores y formadores,
Ven sobre nuestras comunidades, Señor.



Preguntas para la reflexión personal.

            En éste documento se estudian los aspectos de la vida comunitaria desde el ámbito de nuestras constituciones y de otros documentos eclesiales. En el momento concreto del día de retiro, en la vida de la comunidad local, en tu situación personal:

¿Cuáles son los aspectos más importantes que rescatarías del documento, de cara a una vivencia más auténtica de los valores comunitarios?

¿Qué propuestas sugieres desde ti, desde tu vida personal, que ayuden a crecer en el amor y la entrega a los hermanos que habitáis en la misma comunidad?






4. CELEBRACIÓN DE LA PALABRA

            Como momento final del día de retiro, puede tener lugar una celebración de Palabra, o bien ajustar alguno de los textos a la celebración de Vísperas o en algún momento de la Eucaristía. También se puede hacer con la Exposición del Santísimo.

  • Ambientación
En un lugar visible, pueden colocarse unas lámparas o velas, al ser posible distintas, y que en número sean que igual que los miembros que componen la comunidad. En el centro se puede situar un icono del Señor.


  • Monición de entrada

Hermanos, al concluir éste día de retiro, nos congregamos en comunidad de hermanos para expresar nuestra fe y nuestra vida en torno a Cristo. En cada momento de nuestra historia, nos hace una llamada a la santidad, que debe estar animada en la alegre y gozosa vivencia de la fraternidad. Vivir con una sola alma y un solo corazón en torno a Cristo, gran ideal agustiniano, nos une ahora en la oración y en la plegaria al Padre.

Canto:

Junto a ti al caer de la tarde

y cansados de nuestra labor,

te ofrecemos, con todos los hombres,

el trabajo, el descanso, el amor.



Con la noche las sombras nos cercan

y regresa la alondra a su hogar;

nuestro hogar son tus manos, ¡oh Padre!,

y tu amor nuestro nido será.



Cuando al fin nos recoja tu mano

para hacernos gozar de tu paz,

reunidos en torno a tu mesa,

nos darás la perfecta hermandad.


Lectura de la Palabra de Dios. Col 3, 9-17

Despojaos del hombre viejo con sus obras, 
 y revestíos del hombre nuevo, que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su Creador, 
 donde no hay griego y judío; circuncisión e incircuncisión; bárbaro, escita, esclavo, libre, sino que Cristo es todo y en todos. 
 Revestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, 
soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro. Como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros. 
 Y por encima de todo esto, revestíos del amor, que es el vínculo de la perfección. 
 Y que la paz de Cristo presida vuestros corazones, pues a ella habéis sido llamados formando un solo Cuerpo. Y sed agradecidos. 
 La palabra de Cristo habite en vosotros con toda su riqueza; instruíos y amonestaos con toda sabiduría, cantad agradecidos, himnos y cánticos inspirados, 
 y todo cuanto hagáis, de palabra y de boca, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por su medio a Dios Padre.

Oremos a continuación con las fuentes agustinianas que nos hablan de la comunidad y la vida fraterna.

Lector 1:El ánimo fraterno, cuando aprueba algo en mí se goza en mí y cuando reprueba algo en mí se contrista por mí, porque, ya me apruebe, ya me repruebe, me ama (C 10,4,5).

Lector 2: Somos, en efecto, todos a la vez y cada uno en particular, templos suyos, ya que se digna morar en la concordia de todos y en cada uno en particular (CD 10,3,2).

Lector 3: ¿Por qué no hablas de los buenos? Tú pones por los suelos a quienes no pudiste tolerar y no hablas de los que a ti te toleraron (CS 99,12).

Lector 4: Cualquiera que anhele sincera y ardientemente en esta peregrinación la compañía de Dios, se acostumbra a preferir las cosas comunes a las propias, no buscando sus cosas, sino las de Jesucristo (CS 105,34).

 Lector 1: Luego, hermanos, abstengámonos de la posesión de cosa particular, y, si no podemos en la realidad, a lo menos por el afecto, y hagamos lugar al Señor (CS 131,6).

Lector 2: "¡Cuan bueno y deleitoso es habitar los hermanos en unión!"... Estas palabras del Salterio, este dulce sonido, esta grata melodía tanto en el cántico como en la comprensión, dio origen a los monasterios. Ante esta voz se animaron los hermanos que anhelaron habitar unidos... (CS 132,2).

Lector 3 : Dado que hablamos del camino, comportémonos como si fuéramos de camino: los más ligeros, esperad a los más lentos y caminad todos a la par (S 101,9).

Lector 4: Llevamos unos las cargas de los otros en lo que se refiere al peso de la debilidad, y cada uno llevará la suya propia por lo que respecta a la piedad (1636,2).

Lector 1: En cuanto a bienes espirituales, considera tuyo lo que amas en el hermano, y él considere suyo lo que ama en ti (S 205,2).

Lector 2: Por tanto, si los hermanos quieren vivir en concordia, no han de amar la tierra; mas para no amar la tierra dejen de ser tierra (S 359,2)

Lector 3: Tened compasión y caridad; demostrad a los hombres que no buscáis una vida fácil en la holganza, sino el reino de Dios en el estrecho y áspero camino de este compromiso (TM 28,36).

Lector 4: La caridad, de la cual está escrito "que no busca sus propios intereses", se entiende de este modo: que antepone las cosas comunes a las propias, no las propias
a las comunes (R 5, 2).


Oración a María, Madre y Señora de la comunidad.

María, Madre de la comunidad agustino recoleta,
Señora del Sí, Señora de la fe.
A ti acudimos, implorando tu auxilio materno,
En ti depositamos toda nuestra vida,
La vida de la comunidad.

Eres fortaleza y ánimo para nuestras vidas,
Manjar de gracia y salvación,
Estrella en cada uno de los acontecimientos cotidianos,
Eres consolación y consuelo, alivio y fortaleza.
Madre de Dios y Madre nuestra.

Danos el don de la fe,
De la cual estuviste llena,
Para contemplar la vida y nuestras vidas desde la fe.

Danos el don de la fidelidad,
Con tu Sí pleno al proyecto de Dios
Para responder fielmente a la llamada de Dios.

Danos el don de la humildad,
Esclava del Señor fuiste,
Para enseñar al mundo la verdadera sabiduría del Evangelio.

Danos el don de la pobreza,
Aquella pobreza de Belén y Nazaret,
Para poder entonar cada día tu Magníficat.

María, Madre de Consolación,
Acompaña nuestros pasos,
Orienta toda nuestra vida a Cristo. Amén.







Canto del Salmo 132.

Al finalizar el día de retiro, y esta celebración de la Palabra, cantamos el salmo 132, como expresión agustiniana del nuestra vida común. El Señor hace posible en cada uno de nosotros el don de la fraternidad como camino de santidad.


[1] Enarr. in ps. 132, 1.7.9.12
[2] Enarr. in ps. 132, 1
[3] Enarr. In ps. 132,1
[4] Vita consecrata 94
[5] Vita consecrata 93
[6] Caminar desde Cristo 28

[7] Cf . Const. Oar 15
[8] S. 337,3.
[9] Lumen Gentium 1.
[10] Caminar desde Cristo, 28
[11] Caminar desde Cristo 29
[12] Ibidem
[13] Ibidem
[14] Congregavit nos in unum 10.
[15] Const. Oar  nº 20.

[16] Vita consecrata 42.

[17] In Io. Ev. 26

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