viernes, 31 de julio de 2015

9 EVANGELIZACIÓN Y LITURGIA

TEMA 9 EVANGELIZACIÓN Y LITURGIA


La evangelización, incluso bajo el matiz de «nueva evangelización» lanzado por el papa Juan Pablo II en 1983 ', es un reto para la Iglesia de nuestro tiempo, que alcanzó amplia resonancia en la tercera Asamblea general del Sínodo de los Obispos de 1974 y en la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi de Pablo VI2. La liturgia no es indiferente a este reto.

1. Perfiles de una problemática
En efecto, la evangelización ha suscitado numerosos interrogantes a la liturgia, no sólo en el ámbito teórico, sino, sobre todo, en el terreno de la práctica pastoral. Estos interrogantes han puesto en evidencia la necesidad de un mayor acercamiento entre la acción evangelizadora y catequética y la pastoral litúrgica, para superar planteamientos unilaterales o absorbentes de lo que es propio de cada una.
Por otra parte, los problemas entre evangelización y celebración habían surgido ante el creciente proceso de desintegración de las llamadas «viejas cristiandades». La pastoral se debatía entre una práctica sacramental tendente a asegurar, ante todo, la validez de los ritos y un nuevo esfuerzo misionero de evangelización de las personas que, aunque bautizadas, poseían unos niveles muy bajos de fe y de vida cristiana y que, no obstante, pedían los sacramentos. Esta problemática se agudizó en los años de la aplicación de la reforma litúrgica, a causa de una serie de fenómenos socioculturales que vinieron a hacer más difícil la acción pastoral de la Iglesia.

2. Unidad entre evangelización y liturgia
El acercamiento entre evangelización y liturgia se produce sobre la base de lo que constituye la misión total de la Iglesia (cf. EN 14) y de lo que significa la evangelización (cf. EV 18). Sin embargo, no es fácil definir ésta. Evangelizar es anunciar el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el Reino, el misterio de Jesús de Nazaret Hijo de Dios, con vistas a una adhesión vital a Cristo y a la entrada visible en la comunidad eclesial mediante los signos o gestos sacramentales de la Iglesia (cf. EN 22-24). El núcleo de la evangelización es la proclamación explícita de que «en Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado, se ofrece la salvación a todos los hombres, como don de la gracia y de la misericordia de Dios» (EN 27).
Esto reclama una gran unidad entre evangelización y pastoral de los sacramentos: «Nunca se insistirá bastante en el hecho de que la evangelización no se agota con la predicación y la enseñanza de una doctrina... La evangelización despliega toda su riqueza cuando realiza la unión más íntima, o mejor, una intercomunicación jamás interrumpida, entre la Palabra y los sacramentos. En un cierto sentido es un equívoco oponer, como se hace a veces, la evangelización a la sacramentalización» (EN 47).
El Concilio Vaticano II lo había indicado también, al referirse al anuncio del Evangelio y a la liturgia como dos momentos de la misión de la Iglesia (cf. SC 6; 9; PO 4; AG 13-15), y al recordar que los sacramentos son «sacramentos de la fe», que «no sólo la suponen, sino que la fortalecen, la alimentan y la expresan con palabras y acciones» (SC 59; cf. 60 61).

II. CATEQUESIS Y LITURGIA

         La catequesis y la liturgia tienen en común el dirigirse a los fieles, ya que la catequesis es «una educación en la fe de los niños, de los jóvenes y adultos que comprende especialmente una enseñanza de la doctrina cristiana, dada generalmente de modo orgánico y sistemático con miras a iniciarlos en la plenitud de la vida cristiana». En este sentido, la catequesis está unida a la celebración y se articula con ella, aunque sin confundirse con ella (cf. Cat 6).

1. Relaciones entre catequesis y liturgia

Pero, además de destinatarios comunes, la catequesis y la liturgia comparten la tarea de introducir a los hombres en el misterio de la salvación, ayudándoles a vivir y a expresar su fe ". La suya no es una tarea paralela, sino convergente. Por una parte, la catequesis está orientada a la exposición de la fe y a la confesión de ésta, que tiene lugar en la celebración, especialmente en la eucaristía, cumbre de toda evangelización (cf. PO 5). Por otra parte, la liturgia significa también la actualización continuada de la historia personal y comunitaria de la conversión y de la fe de los fíeles, así como el medio más eficaz de la incorporación del hombre al misterio de Jesucristo.
En el desarrollo de su tarea, la catequesis se sirve de la liturgia, es decir, de los signos, de las palabras y de los gestos de la celebración, para transmitir la doctrina de la fe y para educar a los destinatarios en la vida cristiana. La catequesis explica también los signos sagrados que usa la liturgia y contribuye a la iniciación gradual y progresiva de los candidatos a los sacramentos en la celebración consciente y fructuosa. Esta iniciación ha sido difícil siempre, porque los ritos afectan a la totalidad del hombre y requieren un conocimiento más amplio que la sola doctrina. La catequesis busca hoy ofrecer una formación cristiana más integral, en el marco indispensable de la comunidad eclesial. Es justamente esta visión la que debe llevar a la catequesis a asumir plenamente su tarea en la iniciación en la vida litúrgica y sacramental. Pero esto no será realidad sin el apoyo y la colaboración de quienes trabajan en el campo de la pastoral litúrgica. Estos últimos han de tomar en mayor consideración los aspectos didascálicos de la liturgia, y cuidar al máximo la dimensión expresiva y comunicativa de la fe en los signos, en los textos y en los gestos litúrgicos. El Catecismo de la Iglesia Católica es un punto de encuentro entre catequesis y liturgia, sobre todo desde el momento en que la doctrina sobre la celebración del Misterio cristiano (II parte del Catecismo) ofrece una visión plenamente integradora tanto de lo que es la liturgia en cuanto misterio y celebración, como de las relaciones con la catequesis, especialmente la catequesis mistagógica .
2. Leyes de la catequesis litúrgica
Se entiende aquí por catequesis litúrgica no la mistagogia, que tiene lugar principalmente en la misma celebración, sino la explicación previa de los ritos y de los textos que han de usarse en una determinada acción litúrgica. La catequesis litúrgica forma parte de
la preparación de algunos sacramentos y debe realizarse siguiendo los contenidos y las orientaciones de los respectivos Rituales ,. He aquí algunas leyes que ha de tener en cuenta:
a) Preeminencia de la Palabra de Dios, manifestada en la estructura de los ritos: primero la Palabra, luego el rito sacramental; en la inspiración bíblica de las fórmulas y demás textos; en la referencia constante que se hace en los praenotanda al dato bíblico y patrístico; y en el modo como las rúbricas articulan la liturgia de la Palabra y la liturgia del sacramento. La celebración no sólo es meta de la catequesis litúrgica, sino punto de partida de la misma.
b) Interiorización de la acción litúrgica o correspondencia entre las actitudes internas y los gestos o acciones. En efecto, la catequesis litúrgica se orienta hacia la participación activa y fructuosa de los fieles, pero la participación externa está al servicio de la actitud interior, de la fe y del deseo de crecer en ella.
c) Integración del creyente en la comunidad, y de ésta en la Iglesia universal, para que el sacramento forme parte de la vida de cada individuo y de cada pueblo enriqueciendo su horizonte existencial.
d) Continuidad entre la catequesis y la liturgia: la catequesis litúrgica debe prestar atención a todos los elementos que componen una celebración, y subrayar aquellos mismos aspectos que los Rituales ponen en primer plano. Por otra parte, esta catequesis debe prolongarse de alguna manera en las intervenciones del comentador o monitor en la celebración litúrgica.



III. LA LITURGIA, EXPRESIÓN DE LA FE

La liturgia, en cuanto cumbre de la acción evangelizadora (cf. PO 5; SC 10), guarda también una íntima relación con la fe. Una relación que comprende varios aspectos.
1. La liturgia y la confesión de la fe
Ya se ha indicado antes que la catequesis está orientada a la confesión de la fe, especialmente en la liturgia. Ahora bien, cuando se afirma que en la liturgia se confiesa la fe, o se celebra la fe, no se alude tan sólo a la fe personal de quienes toman parte en la celebración, sino a la fe de la Iglesia, proclamada y celebrada con las palabras y los gestos de la liturgia y que hacen suya los que la profesan. La celebración litúrgica, en cuanto manifestación principal de la Iglesia, es el ámbito necesario —aunque no el único— en el que se confiesa la fe. Así lo ratifica el ministro del Bautismo cuando dice con toda la asamblea: «Esta es nuestra fe, ésta es la fe de la Iglesia que nos gloriamos de profesar en Cristo Jesús, Señor nuestro».
«La Iglesia cree de la misma manera que ora. Cada celebración eucarística es una profesión de fe. La norma de la plegaria es norma de la fe». Pero esto no se produce solamente en la plegaria eucarística y en el símbolo de la fe, cuya estructura y contenidos son muy semejantes, sino también en las demás fórmulas eucológicas y en los ritos y signos, es decir, en todos los elementos de la liturgia y en todas las celebraciones.
2. La liturgia expresa la fe
La liturgia no es solamente ámbito en el que se celebra la fe, sino que es, ella misma, expresión de la fe de la Iglesia. Superada una visión parcial y subjetiva de esta expresión, que supone un reduccionismo de la celebración litúrgica a la problemática de la experiencia religiosa, lo que se constata en la liturgia como expresión de la fe es, ante todo, la relación entre el misterio de la salvación —o los misterios de la fe— y su expresión litúrgica. En efecto, los misterios de la fe, en cuanto acontecimientos salvíficos, son objeto de la fe de la Iglesia adoctrinada por la revelación divina, pero son también el contenido de la celebración.
El famoso axioma lex orandi, lex credendi (la norma de la oración es la norma de la fe), abreviación de legem credendi, lex statuat supplicandi (la norma de la plegaria establece la norma de la fe), tiene un sentido amplio en orden a mostrar la adecuación entre las verdades de la fe y su celebración en la liturgia, más allá del sentido preciso que tuvo en el Indiculus de gratia Dei de Próspero de Aquitania, de donde procede. En efecto, la liturgia refleja siempre una doctrina de la fe y una cierta enseñanza, aunque su finalidad no es la de instruir. En numerosos casos presupone y sigue la fe revelada y enseñada por la Iglesia en su magisterio, reafirmándola en la vida de los creyentes. En otros casos la liturgia precede a la fe propuesta por la Iglesia, constituyendo un factor muy poderoso de su explicitación, por ejemplo en algunos dogmas marianos. No obstante, no es a la liturgia a quien corresponde manifestar y proponer la doctrina de la fe, sino al Magisterio de la Iglesia. Por otra parte, la liturgia expresa también muchas veces una opinión común o histórica particular. Por este motivo, antes de precisar qué es lo que aparece en el testimonio de la liturgia con carácter verdaderamente universal, «siempre y en todas partes», es necesario realizar análisis pacientes y contrastados que ayuden a determinar la fe e individualizar sus expresiones.
3. La liturgia «locus theologicus» y la teología litúrgica
Este apartado es una consecuencia de los anteriores. Si la liturgia es ámbito en el que se confiesa la fe y ella misma es expresión de la fe de la Iglesia, la liturgia es también un lugar teológico. Esto quiere decir que la liturgia representa también una consideración específica de la fe, no con vistas a la formulación de la doctrina o a su enseñanza, sino con vistas a la celebración Dicho de otra manera, la liturgia contempla la fe en el plano de la actualización ritual en los signos.
La teología se ha servido de la liturgia como prueba de una determinada doctrina o de un dato de fe Sin embargo, de lo que se trata es de poner de relieve la coincidencia entre el objeto de la liturgia, en cuanto celebración de la fe, y el objeto de la teología, en cuanto reflexión sobre la fe Este objeto es el misterio o acontecimiento salvífico que se hace eficazmente actual en un régimen de signos En la liturgia hay textos que tienen una procedencia histórica concreta y que responden a un momento singular desde el punto de vista de la historia del dogma y de las controversias teológicas. En la eucología, correctamente interpretada, y en el conjunto de gestos, de símbolos y de elementos que integran una acción ritual, existe una verdadera teología litúrgica en cuanto expresión litúrgica o simbólico-puntual de la doctrina de la fe En este sentido, la teología litúrgica es equiparable a la teología bíblica o a la teología patrística, en cuanto «lugares teológicos» para el estudio y la reflexión sobre la doctrina de la fe
Por teología litúrgica se entiende también la reflexión teológica que arranca de la práctica celebrativa, y con ella se ilustra el contenido teológico de la liturgia Por otra parte, la teología, en relación con la liturgia y en cuanto toma en consideración el modo sacramental de actualización de los misterios de la salvación en la liturgia, desemboca en una homología y en una doxología, de manera que puede hablarse de un verdadero «sentido litúrgico» de la teología.
IV LA LITURGIA, MISTAGOGIA DE LA FE
El último aspecto de las relaciones entre la liturgia y la fe es el del enriquecimiento de la fe que se produce en toda acción litúrgica En efecto, los sacramentos, y con ellos todos los signos litúrgicos, no sólo suponen la fe y la expresan mediante palabras y gestos, sino que «la fortalecen y la alimentan» (SC 59) Los sacramentos «confieren ciertamente la gracia, pero también su celebración dispone óptimamente a los fieles a recibir la misma gracia con fruto, a dar culto rectamente a Dios ya practicar la caridad» (ib). Esta función nutritiva y enriquecedora de la fe se denomina mistagogia.


1 La mistagogia no es una «pedagogía»

Los Santos Padres llamaban mistagogia a la introducción progresiva y gradual en la vida litúrgica de la comunidad cristiana, en los sacramentos o misterios sagrados en los que se realiza la obra de nuestra salvación . La mistagogia, al contrario de lo que ocurre con la catequesis orientada a los catecúmenos en sentido estricto, se dirige a los bautizados y confirmados, teniendo en cuenta que son ya hijos de Dios en el Hijo Jesucristo y están bajo la acción iluminadora del Espíritu Santo Por eso la mistagogia se produce no desde una experiencia meramente antropológica, o desde una «pedagogía» genérica de la fe, sino desde la synergía divina o comunicación interior de Dios al hombre por medio de la eucaristía y de los demás sacramentos.
A través de la liturgia el Espíritu Santo transmite al hombre una «experiencia» viva y distinta La explicación de esta acción formadora de la fe que se produce en la liturgia la constituyen las célebres catequesis mistagógicas de la antigüedad. Hoy ese modelo está reflejado en el Ritual de la Iniciación cristiana de los Adultos 30.

2. Dimensión mistagógica de la celebración
Mistagogia quiere decir, por tanto, conducir a los ya iniciados (mystai) a vivir enteramente el don recibido, el misterio de salvación Su meta es la comunión con el Padre, en Jesucristo, en la presencia del Espíritu Santo, y su tiempo más significativo es la Cincuentena pascual Sin embargo, la acción mistagógica no se encierra en este tiempo simbólico y emblemático, sino que se produce en toda celebración, verdadera epifanía del Espíritu que Cristo resucitado regala continuamente a la Iglesia Es la misma acción ritual, en cuanto evocación y representación del misterio salvífico, la que conduce progresivamente a los fieles al corazón del acontecimiento que se hace presente con su eficacia.
En la practica, la mistagogia viene a ser el modo pleno de celebrar la liturgia, dando la primacía a la Palabra divina y a la dimensión invisible y trascendente de la acción ritual Hay mistagogia cuando el ministro desempeña su función de dispensador de los divinos misterios, con auténtico sentido de lo sagrado cristiano e introduciendo y animando el espíritu de oración y la participación interior (cf SC 11, PO 5), y cuando hace una homilía basada verdaderamente en la Palabra de Dios celebrada y cumplida en el sacramento.

La plegaria y los gestos de la liturgia, unidos en una función de verdadera «lingüística celebrativa» del misterio, completan la mistagogia de la celebración.

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