Taller segundo: Entrar en oración.
Para entrar en oración, es
importante que toda nuestra persona se sienta referida a Dios desde la
confianza en El. La fe acompaña todo el tiempo dedicado a permanecer en el
Señor, a descansar junto a El. Y más de uno de nuestros amigos lectores se
preguntará: ¿Y cómo orar?. Tantas veces lo he intentado, y tantas veces también
lo he abandonado por falta de resultados. Hay que tener clara una cosa: los
resultados no son fruto de un esfuerzo sino de una gracia de Dios, pero también
es cierto que El se acerca a quienes le buscan en la oración.
Hay
muchas maneras o formas de hacer oración: con la Palabra (la lectio divina),
orar ante una imagen, orar ante un paisaje, orar en la celebración litúrgica…
Varios camino para una misma finalidad, como diría Santa Teresa: “La oración es
tratar de amistad con quien sabemos que nos ama”, o como dice san Agustín:
“Poned todo nuestro afecto en Dios”.
A
lo largos de estos “senderos de oración”, trataremos de ir descubriendo
diversas maneras para una única finalidad: el amor de Dios.
Vamos
a ofrecer hoy un camino de oración: Orar desde nosotros mismos, orar desde
nuestra vida. Es un muy sencillo y tal
vez ensanche profundamente nuestro corazón hacia Dios.
Nos
colocamos ante su presencia desde la fe, trayendo a nuestra mente y a nuestro
corazón su amor. Sabemos que El nos contempla, nos mira, nos ama. Bendito seas,
oh Dios, que amas y contemplas la vida de este siervo tuyo. Bendito seas porque
vives en mí, entra dentro de mí con la presencia de tu Santo Espíritu para que
te ame. Pido perdón de todos mis pecados, pues ellos impiden que tú te hagas
fuerte en mí.
Nuestras
faltas, reconocidas ante El, expresan la acción misericordiosa del Señor sobre
la vida del creyente, nos hacen vibrar de confianza porque sólo él puede perdonar nuestros pecados y
restaurarnos la vida. Dios salvador, misericordioso pasa por nuestras vidas, si
somos capaces de depositar toda nuestra
confianza, toda nuestra vida como es, sin máscaras ni tapujos. Nuestra vida
sencilla, a veces pecadora, pobre, herida, es amada por Dios, porque hemos sido
creados para El.
El quiere
sanar las heridas de nuestro corazón, y quiere restaurar en nosotros el amor
perdido. Este camino de abrir nuestra vida a Dios, nos introduce en el misterio
de su amor y se convierte en diálogo amoroso con El. Y estamos haciendo
oración. La oración no consiste en
sentir, sino en creer, aunque también como dice Santa Teresa: “es bueno sentir
el afecto de Dios”. Una oración que
libera y que expresa confianza en el Dios a quien buscamos y a quien amamos.
Una oración que hace que aceptemos e incluso amemos nuestra vida como es, ya
que Dios la ama. “No busques otra tierra para sembrar, Dios quiere sembrar en
ti lo que ama en ti” (San Agustín).
La persona,
al realizar este camino, experimenta una gran confianza en Dios. Se siente
liberada y llena, muy llena de amor, a pesar que se vea débil y pobre.
Descubrimos lo mucho que nos ama Dios y lo grande que es su ternura y confianza
en nosotros. Descubrimos también la sencillez de la oración, ya que el paso de
Dios siempre transcurre en nuestra historia, una historia que es amada por Dios
y en la medida que Dios la ama, es amada por mí.
Una
tentación grande, al realizar este camino de oración, puede ser la tristeza y
angustia que puede sentir la persona al volver sobre su vida, y sobre tantas y
tantas escenas desagradables y no queridas o asumidas. Hay que ser valiente y
dejar a Dios que sea Dios en nosotros. Hay que superar desde el amor lo que tal
vez hemos sembrado desde el pecado. Dios quiere sanarnos, redimirnos,
consolarnos, ayudarnos. Dios quiere tanto bien y tanto amor para nosotros que
no se lo podemos impedir. Vayamos seguros en oración con El, porque sabemos que
es Padre bueno que nos ama infinitamente y quiere lo mejor para nosotros. Que
podamos decir, al concluir la oración, lo mismo que dijo el Anciano Simeón:
“Ahora, Señor , puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto
a tu Salvador”. Que el Señor sea
bendecido en cada uno de nosotros y en nuestras vidas.
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