viernes, 15 de julio de 2016

Taller de oración Quinto



Taller de oración Quinto: ORACIÓN DEL ABANDONO (Segunda parte)
                Cuando depositamos toda nuestra confianza en Dios, somos capaces de colocar ante El toda nuestra vida y toda nuestra historia. La vivencia de la fe cristiana hace posible que Dios se convierta para cada uno de los creyentes en la persona ante quien nos sentimos seguros y somos capaces de entregarle todo nuestro ser.
                En este artículo vamos a ofrecer un sendero de oración de abandono ante Dios, centrado en las personas que acompañan nuestra vida. Personas que se relacionan con nosotros y que tal vez nos cuesta aceptar.
                Toma una posición para hacer oración. Paso a paso ve calmándote. Concéntrate. Evoca, por la fe, la presencia de Jesucristo. El está siempre a tu lado y quiere acompañar tu vida. Déjate transformar por su presencia amorosa, una presencia que es capaz de producir en ti mucha paz, mucha esperanza y gozo. Cuando hayas entrado en plena intimidad con él, evoca el recuerdo de tu hermano o hermanos “enemistados”. Aunque te cueste, recuerda aquellos momentos que han producidos heridas en ti ante la presencia de los hermanos. 

                Jesús, entra dentro de mí, hasta las raíces más profundas de mi ser, toma posesión de toda mi persona. Calma este mar de emociones adversas. Jesús, mi Señor, que lo eres todo para mí, aceptar mi pobre corazón herido ante tu presencia. Acepta las heridas que produce la presencia de esta persona que no acepto, que no perdono. Arranca mi corazón y cámbialo por el tuyo. Acepta mi vida. Perdona tú dentro de mí, perdona tú en mí y por mí. Quiero sentir los mismos sentimientos que tienes tú hacia todos los hombres y mujeres. Esos sentimientos de amor,perdón y misericordia. ¡Es tanta tu misericordia y tanto tu amor!. Lléname de esa misericordia tuya, que es infinita y que sobrepasa los límites de compresión y alcance. Haz que pueda aceptar en mi corazón a esa persona: familiar, amigo, vecino, compañero de trabajo... que no termino de aceptar y por tanto perdonar. Ayúdame, Señor, tener los mimos sentimientos que tu tienes hacia todos.

                Imagina como desaparece la oscuridad en presencia de la luz. Siente cómo ante la presencia de Dios los rencores se esfuman. Siente el aire fresco de la mañana que se transforma en paz interior dentro de ti y llena tu alma de esa paz. Cuando no somos capaces de perdonar, tampoco somos capaces de crecer en amor a Dios. Se produce un bloqueo constante. Es necesario perdonar para vivir la experiencia gozosa del amor de Dios. Una experiencia que es capaz de transformar todo mi ser.
                Por unos momentos trata de imaginarte a esa persona, a quien te cuesta perdonar y aceptar, dándole un abrazo. Es verdad que la escena puede ser “dura” para ti. Si no puedes imaginar esa escena, cambia tu rostro por el rostro de Jesucristo, ya verás cómo logras imaginar esa escena real tuya con tu enemigo.
                Cuando la herida queda sanada, y nunca más vuelve a abrirse, es señal de que el perdón fue un don del Espíritu Santo. A veces hay que volver a repetir la oración, incluso varias veces. No es fácil el perdón de nuestros enemigos, y por tanto, debemos volver sobre dicho perdón. Tal vez después de la oración, puedas volver a sentir aversión contra aquel hermano, aunque menos intensa. No olvides que cualquier herida necesita de tiempo para sanar por completo.


                Puede suceder también otra cosa. Has perdonado. El rencor parece que apagó por completo. De repente, sin embargo, después de mucho tiempo, al amanecer una mañana cualquiera, no se sabe  cómo ni porqué, vuelve todo. No te asustes ni te impacientes. Las emociones no dependen de la voluntad. Vuelve a repetir los actos de perdón en la oración con Jesús. Esa oración te dará cada vez más confianza, más amor, más ternura en tus actos y en tus  decisiones. Dios quiere sanar tu corazón puesto que El ha venido para “sanar los corazones destrozados”. Su infinita misericordia siempre está actuando como bálsamo con un perfume de fragancia exquisito.
Te ofrecemos un ejemplo sencillo de oración:
Señor Jesucristo, hoy te pido la gracia de poder perdonar a todos los que me han ofendido en mi vida. Sé que Tú me darás la fuerza para perdonar. Te doy gracias porque Tú me amas y deseas mi felicidad más que yo mismo. "Señor Jesucristo, hoy quiero perdonarme por todos mis pecados, faltas y todo lo que es malo en mí y todo lo que pienso que es malo. Quiero perdonar a esa persona que me ofendió, que no me aceptó, que me quiso mal. Esa persona que no me quiso bien.
Desvía de mí, Dios mío, la idea de maldecirle y todo deseo malévolo contra él. Has que yo no experimente ninguna alegría por las desgracias que pueda tener, ni pena por los bienes que puedan concedérsele, con el fin de no manchar mi alma con pensamientos indignos de un hijo tuyo.
Señor, que tu bondad se extienda sobre él y le conduzca mejores sentimientos respecto a mí.
Inspírame el olvido del mal y el recuerdo del bien. Que ni el odio, ni el rencor, ni el deseo de volverle mal por mal, entren en mi corazón, porque el odio y la venganza sólo pertenecen a quienes no quieren aceptarte ni amarte a ti.

En ti busco confianza y en ti me abandono, Señor Dios mío.

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