Taller de oración Cuarto: Oración de
abandono (Primera Parte)
Uno de los
mejores senderos de oración, sin duda alguna, es la oración de abandono. Son
tantas las realidades difíciles de aceptar que presenta nuestra vida, que
necesitamos abandonarnos en Dios. El sale a nuestro encuentro como Padre bueno
y misericordioso para ayudarnos y socorrernos. El está siempre atento a
nuestras necesidades y sabe que no podemos vivir sin El.
Vamos a
ofrecer dos caminos de oración de abandono en Dios. El primero está centrado en
aceptar nuestra propia historia. Solemos
decir que la historia es un campo de batalla, cubierto de hojas muertas.
Muchas
personas, sin embargo, llevan vidas atormentadas porque siempre están con la
mirada vuelta hacia atrás y fija precisamente en las heridas que no han sanado.
La desgracia de mucha gente es que reviven las páginas muertas. Llevan una vida
triste porque rememoran hechos precisamente tristes. Sus propios archivos son
el surtido más abundante de resentimiento.
Los archivos constan de hechos consumados que nuestros rencores y
lágrimas jamás alterarán. El ser humano puede vivir amargado e incluso
angustiado con esos hechos consumados que nunca termina de perdonar y por lo
tanto de sanar.
El creyente
en Cristo necesita ejercitarse frecuente y profundamente en esta purificación:
en aceptar una y cien veces, desde la fe, las historias dolorosas que el Padre
permitió.
Toma una
postura recogida, colócate en la presencia del Señor y consigue un estado de
intimidad con el Padre. Haz lentamente una introspección y una
retrospección zambulléndote en las
páginas de tu historia. Uno por uno, ve aceptando los recuerdos dolientes en el
amor del Padre, y repite: “me abandono en ti”.
Comienza
desde la época de la infancia. Ve escalando tu vida: adolescencia, juventud,
edad adulta… donde te encuentres y con la edad que tengas. Aquellas personas
que quizás influyeron negativamente, aquella crisis de la adolescencia, aquel
hecho tan insignificante pero que marcó toda tu vida, aquella herida de amor,
aquella falta de perdón, aquella persona que no te aceptó, aquel amigo que te
traicionó, aquella situación de pecado cuyo remordimiento no deja en paz….
Ve asumiendo tofo en la fe y extiende sobre el campo de
batalla la paz del abandono. Tu vida es tuya y pertenece también a Dios. El
la ama y la mima con ternura, incluso aquello que tu no amas de ti, El si lo
ama y lo sana.
Es verdad
que hay páginas de nuestra historia que no deseamos volver a recordar, pero
esas páginas, sino se aceptan e incluso si no se aman, pueden bloquear nuestro
crecimiento en la fe y en el amor. Permite que Dios pase con suavidad, con
ternura, por esa vida y esa historia tuya.
Puedes emplear estas palabras u otras:
Señor de la historia, dueño del futuro del pasado, me abandono en ti. Para ti nada es
imposible. Permitiste que todo sucediera así. Hágase tu voluntad. Porque me
amas y te amo, quiero pasar en silencio, pero consciente de todo, sobre todas
las páginas de mi historia.
En este
momento asumo, en el misterio de tu voluntad, todos los hechos cuyo recuerdo me
molesta, lo rechazo, o no quiero recordarlo porque…. Uno por uno, quiero
depositar en tus manos de Padre, todos los acontecimiento dolorosos desde la
infancia hasta este momento.
A tus pies
deposito la carga pesada de mis pecados. Confío en tu misericordia y en tu amor
infinito. Acepto con paz no ser lo que
me gustaría que fuera, sino lo que realmente soy ante ti. Haz que me presente
real ante tu presencia, sin maquillajes, sin caretas, sin postizos… Toda mi
historia y mi persona la coloco ante ti, porque tú me amas en lo más profundo
de todo mi ser. Bendito y alabado seas Señor porque te dignas pasar por mi
pobre vida, la sanas, la fortaleces, la construyes y edificas. Me amas como soy
y amas toda mi historia.
Que sepa
perdonar a las personas que me hicieron mal, como tú me perdonas y como tu les amas a ellos. Acepta, oh Padre, la
ofrenda de mi corazón.
Esta oración puede realizarse varias
veces, recordando aquellas palabras del salmo 24: Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres
mi Dios y Salvador. Confía en Dios, que con amor de Padre, acepta tu historia y
te ama.
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