Taller primero:
Disposiciones para la oración.
Para orar, para
entrar en contacto con Dios, es necesario hacer silencio interior y exterior.
Dios habita en el silencio, así escuchamos mejor su voz. El silencio exterior
se consigue tratando de asilarnos de un ruido excesivo que impida la
concentración. Es importante buscar un lugar para la oración: una habitación
aislada del ruido, una iglesia o capilla, un parque o jardines, la
naturaleza…El silencio exterior y la dificultad para encontrarlo no debe ser un
impedimento para la oración ni tampoco una excusa. Santa Teresa decía “qué flaca está el alma cuando encuentra
holganzas para hacer oración”.
El
silencio exterior tal vez sea más difícil encontrarlo. Es necesario apartar a
un lado nuestros recuerdos, preocupaciones, inquietudes, distracciones.
Pensemos que mientras hacemos oración nada ni nadie va a depender de nosotros,
el mundo va a seguir su curso tranquilamente, nuestros problemas no van a
encontrar solución por unos minutos dedicados a Dios. Es importante silenciar
todo lo que nos viene a la mente, no pasa nada, la vida sigue y nosotros nos
disponemos a tratar con Dios “con todo el
afecto del corazón “ (San Agustín).
En tercer lugar, y
tal vez esto revista menos importancia, nos preocupamos del lugar físico.
Cualquier espacio es bueno, siempre que nos ayude desde el silencio y la quietud.
Si hacemos oración en casa, nos puede ayudar la presencia de una imagen de
Cristo, de la Virgen María o de algún santo. También una vela o dos encendidas
trata de expresar que toda nuestra vida se eleva a Dios y en él se contiene
para siempre. Quemar unos granos de incienso también es un buen signo externo
para ayudar a la oración. La Biblia, abierta, y colocada en un lugar
preferente, nos indica un camino para encontrarnos
con El: “En su Palabra siempre lo
encontramos vivo” (san Agustín).
En cuarto lugar, ya
dispuestos para hacer oración, y tomando un tiempo (no inferior a 20 minutos),
nos abrimos ante la presencia de Dios. Ser conscientes que Dios habita en nosotros
a través dela fe, está en nosotros y nos abrimos ante su presencia. Nos puede
ayudar la siguiente oración:
Oh Dios, Señor Dios
mío, aquí me tienes dispuesto a estar junto a ti y buscar tu presencia.
Purifica todo mi ser, perdona todos mis pecados, haz que te busque con un corazón sincero. Te
alabo y te bendigo, Señor porque me amas, y ese amor es grande, muy grande en
mí. Señor, sé que amas y quiero sentirte desde la fe, sentir su presencia rica
en misericordia. Aquí me tienes para que dialoguemos juntos, para que hablemos
de amor y de amistad. Quiero tener un corazón apasionado por ti. Ven a mí,
Señor, que tu santo Espíritu descienda sobre mí. Te necesito tanto, Señor. Te
alabo y te bendigo por toda tu persona.
Comencemos
sin miedo a entrar en oración. En los próximo números seguiremos dando pasos
para crecer en oración y en interioridad, algo tan nuestro tan agustiniano. Que
Dios nos haga crecer en su amor.
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