lunes, 10 de julio de 2017

TALLER DE ORACIÓN SEXTO


EL CAMINO DE LA ORACIÓN DE ALABANZA.

En este primer número del año 2017, queremos  continuar buscando senderos de oración. Os proponemos la oración de alabanza, tan importante en la vida de los primeros cristianos y que tantos beneficios ofrece a nuestra vida cristiana.
Según el diccionario, alabar significa ensalzar, celebrar, elogiar, aclamar expresando también aprobación. Alabar, entonces significa que aceptamos, o que estamos de acuerdo con lo que nos pasa. De modo que, alabar a Dios por una situación difícil, una enfermedad o una desgracia, significa literalmente que aceptamos o aprobamos lo que está ocurriendo como parte del plan de Dios para nuestra vida.
Realmente, no podemos alabar a Dios sin estar agradecidos por aquello por lo cual le estamos alabando. Y, realmente, no podemos estar agradecidos sin sentirnos gozosos por todo aquello por lo que le damos gracias. La alabanza, entonces, comprende la gratitud y el gozo.
San Pablo le decía a los efesios:
"Dad gracias a Dios por todo porque esta es la voluntad de Dios" (1 Ts:16-18).
La oración de alabanza nace de una fé profunda que confía en que la Providencia de Dios está en todos los acontecimientos; en los buenos y en los malos. Ciertamente Dios no envía el mal; Dios permite que ciertos males se acerquen a nosotros porque tiene un plan de amor para sus hijos. Creer eso no es nada fácil. Se necesita crecimiento espiritual.
Un  pequeño ejercicio de oración de alabanza.
 Fijémonos en el salmo 103: El Salmo 103 es un modelo de lo que debe ser una oración de alabanza. David era un poeta magnífico. El Espíritu Santo se sirvió de él en el Salmo 103 para exponer los motivos que deben provocar la oración de alabanza, y la manera de expresarla con la mente, el corazón y el cuerpo.
El Salmo inicia con una invitación a bendecir al Señor:
Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor y no olvides ninguno de sus beneficios. El perdona todas tus culpas y cura toda sus  enfermedades; él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura: él sacia de bienes tus anhelos, y como un águila se renueva tu juventud. El Señor hace justicia y defiende a todos los oprimidos; enseña sus caminos a Moisés y sus hazañas a los hijos de Israel.

En primer lugar rezamos el salmo 103 lentamente. Después le volvemos a rezar y nos detenemos en cada una de las frases del salmo. Tratamos simplemente de alabar a Dios y de introducirnos en las palabras maravillosas que expresa el salmista. No es ahora momento de pensar y rezar situaciones nuestras personales o comunitarias que puedan acontecer en nuestra mente o en nuestro corazón. ¡Cuántos millones de creyentes han bendecido a Dios a través de este salmo!. Si es necesario lo volvemos a rezar y que nazca en nosotros una verdadera oración de alabanza a Dios porque es Dios.
En segundo lugar volvemos a rezar el salmo, pero esta vez sí vamos a colocando situaciones personales o comunitarias por las que alabamos a Dios. Alabar no es lo mismo que dar gracias.
Tal vez sea fácil alabar a Dios por los momentos buenos y agradables de la vida. Alabarle por la naturaleza, el quehacer cotidiano, el trabajo. La vida en sí misma. Pero tenemos que dar un salto importante que consiste en alabarle por aquellas situaciones y realidades no tan buenas. Dios es el autor de todo y quien acompaña nuestra vida. Dios está siempre en medio de toda circunstancia por muy adversa que sea.
Trata de alabar a Dios por lo bueno y por lo malo, por lo agradable y desagradable, por la salud o la enfermedad. Trata de alabar a Dios en todo y por todo. Vas a  percibir en tu interior una liberación muy grande, muy sanadora y reparadora. Dios acompaña toda tu vida y toda tu historia tal y como es. No temas alabarle por todo, por  lo bueno y por lo malo. Déjate amar por El y a la vez inundar de su amor.

No temas iniciar el camino de la oración de alabanza. Cuantos beneficios reporta en la vida de muchísimos cristianos. Déjate inundar por ese amor de Dios que sale al encuentro contigo. 

domingo, 17 de julio de 2016

MUY ANTIGUA ARCHICOFRADIA DE NTRA. SRA. DE LA CONSOLACIÓN Y CORREA Y NTRO. PADRE SAN AGUSTÍN DE GRANADA



En el año de 1439 el Papa Eugenio IV aprueba la Cofradía de la Sagrada Correa de Nuestro Padre San Agustín y Nuestra Madre Santa Mónica, conocida por la de los “corrigiatos”, en la Iglesia de Santiago el Mayor de la ciudad italiana de Bolonia. Posteriormente, en el año 1490 el mismo Papa aprueba la creación de la Cofradia de Nuestra Señora de la Consolación en el mismo templo. En el año 1575, el Padre General de la Orden, con su autoridad ordinaria unió la Cofradía de Nuestra Señora de la Consolación a la de los “corrigiatos” y la hizo una sola. Este hecho fue ratificado por el Papa Gregorio XIII, quien se inscribe como cofrade, y expide una Bula citada motu proprio, confirmando la unión hecha por el Padre General, haciéndola Archicofradía, que es lo mismo que cabeza de las demás Cofradías de la Correa dándola muchos privilegios y gracias y no sólo para que las gozase sólo la Archicofradía, sino todas las demás Cofradías de la Correa que a ésta agregase el Rvdmo. Padre General de la Orden.



Ya en España han entrado en la Ilustrísima Cofradía nuestros Reyes Católicos y el Arzobispo de Toledo con toda la Corte. En el año de 1656 el Eminentísimo señor Cardenal Sandoval. En el año de 1677 se inscribió como cofrade el infante Don Juan de Austria. Posteriormente se inscribieron la Reina de España Doña Ana María de Austria, madre del Rey de España Carlos II, quien se ciñó con mucha devoción la correa y persuadió al Rey su hijo para que la ciñese.

Aunque la veneración a la Virgen de la Consolación es antigua en los conventos Agustinos esta Real Archicofradía, unida a la de la Sagrada Correa de San Agustín, se reorganiza cuando los PP. Recoletos reciben, en los primeros días (día 10) de febrero de 1899, la administración de la iglesia del Corpus Christi, vulgo de los Hospitalicos, en la calle de Elvira, a instancias del Excmo. Sr. D. Isidoro Pérez de Herrasti y Pérez de Herrasti, Conde de Antillón, Hermano Mayor de la Hermandad de la Paz y Caridad, según aparece en el Libro 1º de Cosas Notables. Así mismo, en dicho libro, se indica que en el año 1905 se revitaliza la antigua que estaba establecida en el Convento de Nuestra Señora de Loreto, y cuyo primer título fue la de San Juan Evangelista, del Albayzín y que se perdió con la desamortización de Mendizábal en 1836, nombrando Junta Directiva. A finales de Agosto de 1906 aparece el anuncio de los cultos de la misma.



Asimismo, en el libro editado en el año 1923 en Monachil titulado “Discurso-Memoria sobre la Venerable Orden Tercera de San Agustín en el quinto aniversario de su fundación en Granada” en la página 12 dice: “Desde el feliz regreso de nuestros queridos hermanos, los PP. Agustinos Recoletos, a esta ciudad de Granada en las postrimerías del pasado siglo, cualquier observador pudo  notar al resurgir glorioso de una antigua asociación mariana casi muerta, de que ellos se hicieron inmediatamente cargo: la Real y Pontificia Archicofradía de Ntra. Sra. de la Consolación y Sagrada Correa de S. Agustín, fundada y dirigida por nuestros antiguos hermanos, traída y llevada por distintas Iglesias, después de la exclaustración de los religiosos, afincada por último en la de nuestras hermanas, las Agustinas Recoletas de la Magdalena y mantenida a flote, aunque con vida lánguida, por el esfuerzo de aquel benemérito Sacerdote granadino, amparador de toda obra buena, celoso propagandista de las glorias de María y amantísimo de todas las Órdenes religiosas, D. Manuel Arcoya.”
“Esta cofradía de la Sda. Correa de N.P.San Agustín, fundada hace siglos en Granada, trasladose a nuestra Iglesia luego de llegar los PP. Agustinos, y se abrió un libro para apuntar las nuevas socias que iba ingresando en la cofradía. Pero faltaba organizarla nombrando una Junta Directiva, compuesta de Presidenta, Tesorera, Secretaria y Celadoras de Coros y esto último se llevó a cabo en junio de este año…  Pasan de cincuenta las cofrades que han ingresado después de la organización; se han fundado trece coros de diez o quince cofrades cada uno; mensualmente o al año contribuyen todas con una cuota libre y asisten religiosamente a las Juntas, Comuniones Grales. Y Procesión de la Sagrada Correa, llevando el Sto. Escapulario.” (Libro 1º de Cosas Notables páginas 21 y 22 año 1909).

Año 1910. “La Cofradía de la Stma. Virgen de la Consolación y Correa, organizada el año ppdo. ha recibido mayor incremento ingresando sesenta y cuatro socias o cofrades.” (Libro 1º de Cosas Notables página 30).

Los principales cultos se realizaban a finales de agosto para festejar el día que la Iglesia dedica a San Agustín. Estos cultos comenzaban, a principios del siglo, con una novena que se iniciaba el 24 de ese mes y finalizaba con una función dedicada ante el altar de su “patrona”, la Virgen de la Consolación el primer domingo de Septiembre, en la que se ganaban indulgencias. Al finalizar la función se celebraba una procesión, que unas veces discurría por los claustros del convento y otras, por los alrededores de la iglesia y que terminaba con una vela a la Virgen.



Aparte de estos cultos anuales, los cofrades de La Virgen de la Consolación y de la Sagrada Correa de San Agustín celebraban cultos los últimos domingos de todos los meses.

Las imágenes de la Virgen de la Consolación y de San Agustín que veneraba la Archicofradía, actualmente se encuentran en sus primitivos altares situados a la derecha y a la izquierda del crucero de la iglesia del Corpus Christi (Hospitalicos). Las imágenes de la Virgen de la Consolación y de San Agustín se encargaron al valenciano Francisco Font Blanch en 1900 y al joven, entonces, escultor, José Navas Parejo en 1905, vecino de la iglesia, respectivamente.

“En junio de1911, al terminar el solemne novenario al Santísimo Sacramento, que la Cofradía del Buen Pastor, recientemente fundada en esta iglesia celebró para inaugurar su fundación y honrar al Santísimo”. (Libro 1º de Cosas Notables, página 35). “La Pía Unión de las Almas bajo el patrocinio de San Nicolás de Tolentino,  que se había fundado en esta iglesia poco antes tuvo su inauguración solemne, al comenzar el mes de Noviembre, que se celebró un devoto Novenario de Almas y quedó constituida la Pía Unión…” (Libro 1º de Cosas Notables, pág. 39).

La Archicofradía mantiene los cultos  de manera regular y continuada hasta el díade hoy, manifestando su devoción y ternura al Santísimo Sacramento del Altar, a Ntra. Señora de la Consolación y a Ntro. PadreSan Agustín.

viernes, 15 de julio de 2016

Taller de oración Quinto



Taller de oración Quinto: ORACIÓN DEL ABANDONO (Segunda parte)
                Cuando depositamos toda nuestra confianza en Dios, somos capaces de colocar ante El toda nuestra vida y toda nuestra historia. La vivencia de la fe cristiana hace posible que Dios se convierta para cada uno de los creyentes en la persona ante quien nos sentimos seguros y somos capaces de entregarle todo nuestro ser.
                En este artículo vamos a ofrecer un sendero de oración de abandono ante Dios, centrado en las personas que acompañan nuestra vida. Personas que se relacionan con nosotros y que tal vez nos cuesta aceptar.
                Toma una posición para hacer oración. Paso a paso ve calmándote. Concéntrate. Evoca, por la fe, la presencia de Jesucristo. El está siempre a tu lado y quiere acompañar tu vida. Déjate transformar por su presencia amorosa, una presencia que es capaz de producir en ti mucha paz, mucha esperanza y gozo. Cuando hayas entrado en plena intimidad con él, evoca el recuerdo de tu hermano o hermanos “enemistados”. Aunque te cueste, recuerda aquellos momentos que han producidos heridas en ti ante la presencia de los hermanos. 

                Jesús, entra dentro de mí, hasta las raíces más profundas de mi ser, toma posesión de toda mi persona. Calma este mar de emociones adversas. Jesús, mi Señor, que lo eres todo para mí, aceptar mi pobre corazón herido ante tu presencia. Acepta las heridas que produce la presencia de esta persona que no acepto, que no perdono. Arranca mi corazón y cámbialo por el tuyo. Acepta mi vida. Perdona tú dentro de mí, perdona tú en mí y por mí. Quiero sentir los mismos sentimientos que tienes tú hacia todos los hombres y mujeres. Esos sentimientos de amor,perdón y misericordia. ¡Es tanta tu misericordia y tanto tu amor!. Lléname de esa misericordia tuya, que es infinita y que sobrepasa los límites de compresión y alcance. Haz que pueda aceptar en mi corazón a esa persona: familiar, amigo, vecino, compañero de trabajo... que no termino de aceptar y por tanto perdonar. Ayúdame, Señor, tener los mimos sentimientos que tu tienes hacia todos.

                Imagina como desaparece la oscuridad en presencia de la luz. Siente cómo ante la presencia de Dios los rencores se esfuman. Siente el aire fresco de la mañana que se transforma en paz interior dentro de ti y llena tu alma de esa paz. Cuando no somos capaces de perdonar, tampoco somos capaces de crecer en amor a Dios. Se produce un bloqueo constante. Es necesario perdonar para vivir la experiencia gozosa del amor de Dios. Una experiencia que es capaz de transformar todo mi ser.
                Por unos momentos trata de imaginarte a esa persona, a quien te cuesta perdonar y aceptar, dándole un abrazo. Es verdad que la escena puede ser “dura” para ti. Si no puedes imaginar esa escena, cambia tu rostro por el rostro de Jesucristo, ya verás cómo logras imaginar esa escena real tuya con tu enemigo.
                Cuando la herida queda sanada, y nunca más vuelve a abrirse, es señal de que el perdón fue un don del Espíritu Santo. A veces hay que volver a repetir la oración, incluso varias veces. No es fácil el perdón de nuestros enemigos, y por tanto, debemos volver sobre dicho perdón. Tal vez después de la oración, puedas volver a sentir aversión contra aquel hermano, aunque menos intensa. No olvides que cualquier herida necesita de tiempo para sanar por completo.


                Puede suceder también otra cosa. Has perdonado. El rencor parece que apagó por completo. De repente, sin embargo, después de mucho tiempo, al amanecer una mañana cualquiera, no se sabe  cómo ni porqué, vuelve todo. No te asustes ni te impacientes. Las emociones no dependen de la voluntad. Vuelve a repetir los actos de perdón en la oración con Jesús. Esa oración te dará cada vez más confianza, más amor, más ternura en tus actos y en tus  decisiones. Dios quiere sanar tu corazón puesto que El ha venido para “sanar los corazones destrozados”. Su infinita misericordia siempre está actuando como bálsamo con un perfume de fragancia exquisito.
Te ofrecemos un ejemplo sencillo de oración:
Señor Jesucristo, hoy te pido la gracia de poder perdonar a todos los que me han ofendido en mi vida. Sé que Tú me darás la fuerza para perdonar. Te doy gracias porque Tú me amas y deseas mi felicidad más que yo mismo. "Señor Jesucristo, hoy quiero perdonarme por todos mis pecados, faltas y todo lo que es malo en mí y todo lo que pienso que es malo. Quiero perdonar a esa persona que me ofendió, que no me aceptó, que me quiso mal. Esa persona que no me quiso bien.
Desvía de mí, Dios mío, la idea de maldecirle y todo deseo malévolo contra él. Has que yo no experimente ninguna alegría por las desgracias que pueda tener, ni pena por los bienes que puedan concedérsele, con el fin de no manchar mi alma con pensamientos indignos de un hijo tuyo.
Señor, que tu bondad se extienda sobre él y le conduzca mejores sentimientos respecto a mí.
Inspírame el olvido del mal y el recuerdo del bien. Que ni el odio, ni el rencor, ni el deseo de volverle mal por mal, entren en mi corazón, porque el odio y la venganza sólo pertenecen a quienes no quieren aceptarte ni amarte a ti.

En ti busco confianza y en ti me abandono, Señor Dios mío.

Taller de oración Cuarto



Taller de oración Cuarto: Oración de abandono (Primera Parte)

            Uno de los mejores senderos de oración, sin duda alguna, es la oración de abandono. Son tantas las realidades difíciles de aceptar que presenta nuestra vida, que necesitamos abandonarnos en Dios. El sale a nuestro encuentro como Padre bueno y misericordioso para ayudarnos y socorrernos. El está siempre atento a nuestras necesidades y sabe que no podemos vivir sin El.

            Vamos a ofrecer dos caminos de oración de abandono en Dios. El primero está centrado en aceptar nuestra propia historia.  Solemos decir que la historia es un campo de batalla, cubierto de hojas muertas.
            Muchas personas, sin embargo, llevan vidas atormentadas porque siempre están con la mirada vuelta hacia atrás y fija precisamente en las heridas que no han sanado. La desgracia de mucha gente es que reviven las páginas muertas. Llevan una vida triste porque rememoran hechos precisamente tristes. Sus propios archivos son el surtido más abundante de resentimiento.  Los archivos constan de hechos consumados que nuestros rencores y lágrimas jamás alterarán. El ser humano puede vivir amargado e incluso angustiado con esos hechos consumados que nunca termina de perdonar y por lo tanto de sanar.
            El creyente en Cristo necesita ejercitarse frecuente y profundamente en esta purificación: en aceptar una y cien veces, desde la fe, las historias dolorosas que el Padre permitió.



            Toma una postura recogida, colócate en la presencia del Señor y consigue un estado de intimidad con el Padre. Haz lentamente una introspección y una retrospección  zambulléndote en las páginas de tu historia. Uno por uno, ve aceptando los recuerdos dolientes en el amor del Padre, y repite: “me abandono en ti”.
            Comienza desde la época de la infancia. Ve escalando tu vida: adolescencia, juventud, edad adulta… donde te encuentres y con la edad que tengas. Aquellas personas que quizás influyeron negativamente, aquella crisis de la adolescencia, aquel hecho tan insignificante pero que marcó toda tu vida, aquella herida de amor, aquella falta de perdón, aquella persona que no te aceptó, aquel amigo que te traicionó, aquella situación de pecado cuyo remordimiento no deja en paz….
Ve asumiendo tofo en la fe y extiende sobre el campo de batalla la paz del abandono.  Tu vida es tuya y pertenece también a Dios. El la ama y la mima con ternura, incluso aquello que tu no amas de ti, El si lo ama y lo sana.
            Es verdad que hay páginas de nuestra historia que no deseamos volver a recordar, pero esas páginas, sino se aceptan e incluso si no se aman, pueden bloquear nuestro crecimiento en la fe y en el amor. Permite que Dios pase con suavidad, con ternura, por esa vida y esa historia tuya.  Puedes emplear estas palabras u otras:



Señor de la historia, dueño del futuro  del pasado, me abandono en ti. Para ti nada es imposible. Permitiste que todo sucediera así. Hágase tu voluntad. Porque me amas y te amo, quiero pasar en silencio, pero consciente de todo, sobre todas las páginas de mi historia.
            En este momento asumo, en el misterio de tu voluntad, todos los hechos cuyo recuerdo me molesta, lo rechazo, o no quiero recordarlo porque…. Uno por uno, quiero depositar en tus manos de Padre, todos los acontecimiento dolorosos desde la infancia hasta este momento.
            A tus pies deposito la carga pesada de mis pecados. Confío en tu misericordia y en tu amor infinito. Acepto con paz no ser  lo que me gustaría que fuera, sino lo que realmente soy ante ti. Haz que me presente real ante tu presencia, sin maquillajes, sin caretas, sin postizos… Toda mi historia y mi persona la coloco ante ti, porque tú me amas en lo más profundo de todo mi ser. Bendito y alabado seas Señor porque te dignas pasar por mi pobre vida, la sanas, la fortaleces, la construyes y edificas. Me amas como soy y amas toda mi historia.
            Que sepa perdonar a las personas que me hicieron mal, como tú me perdonas y como tu  les amas a ellos. Acepta, oh Padre, la ofrenda de mi corazón.

            Esta oración puede realizarse varias veces, recordando aquellas palabras del salmo 24: Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. Confía en Dios, que con amor de Padre, acepta tu historia y te ama.

Taller de oración Tercero



Taller de oración tercero: Vacío interior y encuentro

Una de las grandes preocupaciones de las personas que quieren avanzar en el camino de la oración es la concentración. En estos tiempos de prisas, ruidos, ajetreos, nos cuesta hacer oración, y sobre todo sentimos dificultad para hacer ese silencio interior donde Dios tiene grandes deseos de estar con nosotros.

En este número os proponemos un ejercicio de vacío interior, esencial para disponer todo nuestro ser para la oración y alcanzar un vacío interior. 


Muchas de nuestras tensiones son nerviosas, localizadas en los diferentes campos del organismo. La mente (el cerebro) las produce, pero se siente en cualquier parte de nuestro cuerpo. Si logramos parar la mente, aquellas cargas energéticas desaparecen y la persona se siente descansada, sosegada y en paz. Se trata de un ejercicio de relajamiento y de control mental.

En primer lugar tomamos una postura adecuada, cómoda. Nos sentimos como si la cabeza estuviera vacía. Experimentamos que en todo nuestro ser no hay nada (pensamientos, imágenes, emociones…), páralo todo. Te ayudará a conseguir esto el ir repitiendo suavemente nada, nada, nada…
Haz esto durante unos treinta segundos. Luego descansa un poco. Después vuelve a repetirlo. Y así, practícalo unas treinta veces.
Después de practicar bastante, tienes que sentir que no solamente la cabeza, sino también el cuerpo, todo está vacío, sin corrientes nerviosas, sin tensiones. Sentirás bastante alivio y calma.

         Después cierra los ojos, imagínate estar ante una inmensa pantalla blaca, o un campo nevado, muy nevado, donde apenas hay figuras. Con esto tu mente queda en blanco, sin imágenes, sin pensamientos.  Después abre los ojos y descansa un poco. 



         Vuelve a cerrar los ojos, imagina estar ante una pantalla oscura. Permanece en paz. Tu mente quedará a oscuras sin pensar ni imaginar nada, también durante unos treinta segundos o más. Abre los ojos y descansa un poco. Si ves que te interrumpen las distracciones, no te preocupes, vuelve a empezar de nuevo tranquilamente, sin agobio. No olvides aquella frase de san Agustín: “Si tu deseo es oración, ya estás haciendo oración”.

         Después, con gran tranquilidad empieza a decir: ¡Señor, Señor!, y quédate con la atención paralizada y fija en el Seño durante unos quince segundos. Repítelo varias veces.
         Con gran serenidad, di en voz suave la palabra paz. Y quédate durante unos quince segundos en completa inmovilidad interior. Te sentirás inundado de paz.

         El control directo se te escapará muchas veces, las facultades intentarán recobrar su independencia y también las imágenes tratarán de perturbar la quietud. No te asustes ni tengas impaciencia. Ten calma y paz. Poco a poco te irás acostumbrando a realizar los ejercicios de relajación y a llenar tu mente y tu corazón de Dios.

         La oración no requiere de muchos discursos ni de muchos caminos lógicos. La oración requiere amor. A través de este ejercicio, te irás llenando de la paz que produce el encuentro con Dios. Un encuentro que es capaz de llenar todas nuestras más profundas aspiraciones y elevarnos a realidades cada vez más elevadas y místicas. La oración es un don de Dios, y como tal, es un regalo. Siempre que pidamos a Dios ese don, El nos lo concede, porque desea que todos sus hijos nos encontremos con él y le amemos cada vez más. Déjate llenar de ese amor de Dios y disfruta de la presencia de Dios.

         La mayor tentación puede ser sentir la incapacidad de llevar a cabo un camino de oración. No decaigas, no te desanimes, ten paciencia y espera. Dios saldrá a tu encuentro cuando menos lo pienses. Persevera y sé fiel. Haz que la oración empiece a ser importante, muy importante en tu vida. Que cobre un gran interés, que no sea una realidad circunstancial o añadida. Sin la oración nuestra fe se debilita. Necesitamos orar para entrar en contacto con el Señor que tanto nos ama.